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Top Ten Históricos: segundos delanteros

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Toca el anteúltimo ranking de esta fantástica (?) saga. Vienen nombres pesados el día de hoy, así que súbanse los pantalones y vayamos a recorrer esta lista.
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Otra excepción como en los enganches, esta lista esta llena de talento y nombres que dejaron una huella más que profunda en la historia del deporte rey. No vamos a ahondar mucho en detalles, ya que fueron explicados en los otros posts, así que solo resta aclarar que hoy nos extendemos un poquito en el listado, porque daba cosita(?) dejar a algunos de estos tipos afuera.

Menciones de Honor: Cristiano Ronaldo – Wayne Rooney – Thomas Müller

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Tres futbolistas aún en actividad, con diferentes carreras y en distintos momentos de ella, pero todos ellos extraordinarios por distintos motivos. Todos ellos son capaces de ser miembros de la lista “final”, pero todavía no vemos que les de para pertenecer. Aunque hay tres jugadores más en estas listas que aún están en actividad, dos ya están de salida y el otro, un extraterrestre.

Cristiano sin dudas es el más prolífico goleador de los tres, y uno de los mejores cabeceadores de la historia. Sus cifras de goles son extraordinarias y la cantidad de récords individuales que sostiene son de locos. Sus tantos a nivel de clubes no admiten discusión y lleva dos Champions Leagues ganadas. Sin embargo, no son pocas las voces que se elevan diciendo que es un jugador muy individualista y que no tendría los números que maneja si no jugara en el Real Madrid y tuviera un penal cada partido. Igualmente, es un animal, cuando termine su carrera va a estar en un puesto de esta lista.

Thomas Müller es un ganador. Así nomás. Va en camino de ser el mayor goleador de la historia de las Copas del Mundo, y ya ha ganado casi todos los títulos que existen a nivel de clubes. Es un jugador que mete goles en finales, decide partidos importantes y tiene estrella, es así de simple. Ya lleva escrito capítulos importantes de la historia del fútbol alemán y sería de bobo, creer que no lo va a seguir escribiendo.

Rooney, ahora devenido en mediocampista, es uno de los jugadores más exquisitos del Siglo XXI, capaz de resolver partidos de manera individual y de corregir encuentros debido a su gran lectura y capacidad de observación. Forma parte de este selecto grupo de jugadores debido a ser uno de los jugadores más completos que se haya visto dentro de una cancha de fútbol.

Puesto 15: Francesco Totti – Alessandro Del Piero

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El puesto 15 está compartido por dos fenómenos nacidos en la península itálica, que están tirando los últimos trucos de magia que les quedan en la galera. Con carreras signadas por ser parte del One Club Men (Del Piero se fue a robar jugar a Australia e India sus últimos años) y por ser parte de una generación de futbolistas italianos que tuvieron su punto máximo en el Mundial de Alemania.

Francesco Totti fue nacido y criado en Roma. Desde pibe se le veían las buenas condiciones y el Milan no tardó en convocarlo cuando tenía la tierna edad de 12 años, pero su madre no quería saber nada que se vaya tan chico de la casa. En el 93, con 16 años, el crack hacía el debut en Primera y las sensaciones no podían ser mejores. A los 18 se convirtió en titular indiscutido y sostiene esa condición hace 20 años (!!!!!!!!), logrando una reducida cantidad de títulos, unos cinco en total, pero estando siempre en un nivel fantástico.

Del Piero tuvo una carrera más fructífera en cuanto a títulos, pero no así en nivel, donde fue un tanto irregular y varias veces tuvo que partir desde el banco. Pero como te digo una cosa, te digo otra, tuvo momentos en los cuales se robó todas las tapas del mundo deportivo por actuaciones descomunales. De comienzos en el Padova, en el 92 debutó en Serie B y en menos de 10 partidos fue comprado por la Juventus donde estuvo 20 años y consiguió doce títulos, incluida una Champions League (lamentablemente ese año no se jugó la Intercontinental(?)), siendo el referente ofensivo y formando una legendaria dupla con David Trezeguet.

El momento de gloria de estos dos nenes fue en el Mundial de Alemania como todos ustedes saben. Italia llegaba envuelta en un mar de dudas por el escándalo que significó el Calciopoli de ese año. Sin embargo, la presencia de un DT legendario como Marcelo Lippi, DT actualmente de Sarmiento de Junin(?), hizo que se forme un grupo unido y con una mentalidad 100 % ganadora y con estos dos jugadores como factores determinantes en momentos claves pudieron hacerse con la Copa que le resultaba esquiva a Italia desde el 82.

En fin, dos cracks, uno con picos más altos de nivel, otro de una permanencia en la élite prácticamente inigualables.

Puesto 14: Dennis Bergkamp

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Dicen que los verdaderos estadistas son aquellos hombres que ven más y más lejos, que intuyen las consecuencias que las cosas pueden tener, no mañana ni la semana que viene, sino dentro de varios años. Si aceptamos (claro que aceptamos) trasladar estos esquemas al fútbol, el futbolista de gran altura sería aquel capaz de prever, antes que nadie, dónde va a ir la pelota y dónde sus compañeros antes de que ocurra. A continuación, ese futbolista, para confirmar su grandeza, tendría que actuar en consecuencia y ejecutar con quirúrgica precisión la acción apropiada al momento que está por venir. De ser capaz de hacerlo, semejante talento de la naturaleza, se habría anticipado al tiempo y al espacio, estaría disputando un partido aparte porque lo estaría jugando varios segundos antes que el resto. Añádanle a esto, la elegancia de Ofelia flotando en la laguna. Ya tenemos a Dennis Bergkamp.

Dennis fue llamado así en honor a Dennis Law, estrella escocesa del Manchester United al que se padre admiraba. Debutó en el Ajax con Cruyff en el banco y Marco Van Basten de compañero. Después del año debut, metió tres títulos de goleador de la Liga. Más o menos. Pero incluso Bergkamp se equivocaba a veces, eligió el Inter cuando no tocaba, cuando la enloquecida cotidianeidad del equipo más auto destructivo de Italia pasaba por uno de sus picos de actividad. El Inter y su entorno casi se lo tragan. A pesar de ello, era tan bueno que le dio tiempo a ganar una UEFA en la que marcó ocho goles. Pero en junio del 95, escapando de atmósfera asfixiante del Meazza, se va al Arsenal. Antes que Wenger, Henry, Vieira, antes que todos ellos, Bergkamp ya estaba en Londres.

Cuando llegó el DT francés, eclosionó el holandés. El Arsenal jugó al fútbol y Bergkamp que marcó 22 goles y fue elegido Jugador del Año, guió a los Gunnners para ganar Premier y la FA Cup. Al final de esa temporada, esperaba el mundial de Francia 98 y uno de los goles más brillantes de su carrera. Gracias Ayala.

Recordamos ese gol, y muchos otros de Dennis Bergkamp, (el que le metió a Newcastle por ejemplo) pero lo cierto es que su juego no se definía tanto por el gol como por la capacidad de crearlo. No era un killer del área, sino un generador de fantasías útiles. Tan útiles como para conseguir repetidas y constantes victorias para un Arsenal que se acostumbró a pelear arriba. Un jugador muy talentoso, vivo, que fue la clave para que Wenger pueda plasmar una idea que nada tenía que ver con la histórica de este club, más llamado a la lucha que al jogo bonito. Pero con tipos así como podés jugar a otra cosa.

Puesto 13: Hristo Stoichkov

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Genio indomable dentro y fuera de la cancha. Y genio en todas las acepciones del término. Hristo Stoichkov es una de esas figuras que no deja indiferente a nadie y que suscita, casi siempre, sentimientos extremos: o se lo admira o se lo condena.

Considerado el mejor futbolista de la historia de Bulgaria, sin duda, su palmarés avala que su talento fue indiscutible. El delantero, letal por su velocidad y potencia en el disparo, es recordado por su fuerte temperamento sobre el verde césped (pero también fuera de él). Un carácter agresivo que bien aplicado lo convertía en un jugador revulsivo, que sabía echarse a la espalda a su equipo, que no se rendía jamás y peleaba con la misma intensidad cada bocha los 90 minutos de partido. Sin embargo, en su peor vertiente esa agresividad le volvía polémico y le implicó no pocas situaciones conflictivas.

Nacido en Plovdiv, el 8 de febrero de 1966, Stoichkov empezó a despuntar siendo poco más que un adolescente en la segunda división de su país. Enseguida llamó la atención del mejor equipo de Bulgaria, el CSKA de Sofía donde aterrizó con 18 años. Sólo un año más tarde se vio envuelto en una pelea en la final de la Copa búlgara que casi le cuesta una suspensión de por vida. El castigo se redujo a un mes y a su regreso logró deslumbrar al mundo con su otra cara, la de goleador magistral. Fue Botín de Oro europeo en 1989 tras anotar 38 goles en 30 partidos.

En 1990 se enfundó la camiseta del Barcelona, y con su eterno número 8 a la espalda, se convirtió en uno de los iconos del Dream Team dirigido por Johan Cruyff que, entre otros muchos títulos, levantó la primera Copa de Europa de la historia del club azulgrana. Jugó en la Ciudad Condal hasta 1998 (salvo en la temporada 1994/95 que disputó la Serie A con el Parma). Fueron sus mejores años de fútbol. Y eso que arrancó su etapa blaugrana con una suspensión de dos meses por un pisotón a propósito a un árbitro. Hermoso termo. Pero en Barcelona lo ganó todo, incluido el corazón de la hinchada con sus explosivos arranques, su prodigiosa pierna izquierda y su vertiginosa capacidad de gambetear en carrera.

Su pico como jugador llegó en el año 1994 cuando fue distinguido con el Balón de oro que otorgaba la revista France Football. Fue también el año de su coronación como héroe nacional al guiar a su selección a su mejor actuación en una Copa Mundial. En Estados Unidos 1994 alcanzaron la semifinales, donde cayeron ante Italia (2-1), y en el partido por el tercer lugar perdieron con Suecia (4-0). A pesar de esa decepción, Stoichkov se llevó a casa la satisfacción de ser el máximo goleador del certamen, distinción compartida con el ruso Oleg Salenko.

Dos años después, aquella generación logró que Bulgaria clasificara a la Eurocopa (1996) tras 28 años de ausencia. Cayeron en primera ronda, pero Stoichkov anotó un gol en cada partido del grupo. Fueron los años dorados del fútbol búlgaro.

El delantero dejó la selección en 1999, tras 13 años de servicio, luego de disputar 83 partidos y anotar 37 goles. “Ningún búlgaro llegará tan lejos como yo he llegado”.Puso punto final a su etapa azulgrana en 1999 y regresó brevemente al CSKA. Hasta su retirada definitiva en 2004 vivió experiencias bien dispares: el Al Nasr de Arabia, Saudí, el Kashima Reysol japonés y la MLS fueron los capítulos finales de su carrera sobre el césped.

Pero, genio y figura, este es balance de su carrera : “¿Me arrepiento de algo? De muchas cosas, pero jamás bajaré mi guardia, siempre hay alguien que te quiere pasar por encima, en especial los envidiosos”. Crack.

Puesto 12: Raúl González Blanco

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Raúl fue uno de los más brillantes delanteros europeos de su generación. Dotado de una zurda precisa como pocas en la historia, es un símbolo del Real Madrid y de la selección española. Tanto así esto último, que en 2003 se convirtió en el máximo goleador de todos los tiempos de la selección española.

Raúl González Blanco nació el 27 de junio de 1977 en Madrid y comenzó a jugar en el equipo de San Cristóbal de Los Ángeles. Cuando tenía 13 años llegó al Atlético de Madrid. Al año siguiente, el presidente de la entidad, Jesús Gil, disolvió las divisiones inferiores del club. El Real Madrid, ni lerdo ni perezoso aprovechó para hacerse con sus servicios.

Su carrera en el Real Madrid fue meteórica: pasó el primer año en el equipo cadete; empezó el segundo en el juvenil B, pero sólo dos jornadas después pasó al A y terminó la temporada en el sub-19. Luego se incorporó al tercer equipo del Real Madrid y, sin pasar por Segunda División, Jorge Alberto Valdano, entrenador del primer equipo, decidió hacerle debutar en Primera frente al Zaragoza, el 29 de octubre de 1994. Tenía 17 años, cuatro meses y dos días, y se convertía en el jugador más joven en vestir la camiseta del Real Madrid a lo largo de su historia.

A partir de ese momento, convertido en titular indiscutible y en el mayor ídolo de la afición madridista (pese a coincidir en el once blanco con figuras mundiales como Bodo Illgner, Roberto Carlos, Fernando Hierro, Manuel Sanchis, Fernando Redondo, Pedja Mijatovic, Fernando Morientes, Figo y Zinedine Zidane, entre otros), Raúl comenzó a labrarse un gran palmarés de campeón con el Real Madrid, que incluye tres Copas de Europa, dos Copas Intercontinentales, una Supercopa de Europa, tres títulos de Liga y dos Supercopas de España.

Raúl es un goleador letal, a pesar de jamás haber jugado de 9 de área. 367 goles en el total de su carrera le encumbran como uno de los más grandes de la historia del fútbol español. 323 con su equipo de toda la vida, el Real Madrid, de los cuales 228 fueron en la Liga Española de Fútbol, 18 en la Copa del Rey, 66 en la Champions League entre otros lo que arroja una media de 0,44 goles por partido. Con la Selección anotó 44 goles en 102 partidos, a una media de 0,43 goles por partido.

Con la llegada de Cristiano Ronaldo y con Raul ya en clara curva descendente, se fue a la Bundesliga donde se convirtió en un ídolo rápidamente del Schalke 04. 28 goles en el club de Gelsenkirchen lo marcan como un competidor nato. Luego fue al fútbol árabe, donde se retiró, por primera vez, ya que va a volver a calzarse los cortos para jugar en el Cosmos de la NASL yanki.

Puesto 11: Johnny Rep

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El goleador de la Naranja Mecánica. De hecho, Johnny Rep vendría a ser su nombre artístico (?), ya que en el registro civil de su pueblo, Zaandam, dónde nació el 25 de noviembre de 1951, consta como Johannes Nicolaas Rep. Y es que Rep era un artista, y empezó a ejercer como tal, en el equipo de su pueblo. Este muchacho corría mucho, rápido y bien, pero al mismo tiempo se caracterizaba por ser un gran definidor, creando espacios y habilitando a sus compañeros.

Los ojeadores del poderosísimo Ajax se fijaron en todas esas cualidades, lo atrajeron hacia sus redes y se lo llevaron rápidamente para Amsterdam. El debut del joven y despreocupado Johnny con el equipo rojiblanco tuvo lugar el 29 de agosto de 1971, en un partido en el que los de Amsterdam se enfrentaban al Sparta de Rotterdam. Johnny disputó nueve partidos en total ese años, en los que tan solo consiguió perforar las redes contrarias en una ocasión.

Al año siguiente comenzó el mito del holandés volador. El Ajax venía de ganar su primera Copa de Europa en la temporada 1970-71 -Van Dijk inauguró el marcador en aquella final ante el Panathinaikos en el viejo Wembley- y su gran figura, Johan Cruyff, acababa de conquistar el primero de sus tres Balones de Oro. Jugar en el equipo de Amsterdam era algo muy grande en aquellos años, y el simpático Johnny estaba ahí, recorriendo cada vez más a menudo la banda derecha, veloz como el viento.

Johnny se escabullía de todo el mundo. Aprendió, callado, de todas las estrellas que le rodeaban, hasta que un buen día decidió ser como ellas. Con Cruyff coincidió dos temporadas y al final de la segunda quiso impresionarlo a él y al mundo entero. Fue en la final de la Copa de Europa, la tercera seguida para el Ajax, y el rival era la poderosa Juventus de Bettega, Altafini y el joven Zoff. Aquel partido acabó con un escueto 1-0 a favor de los holandeses, y el gol lo marcó Johnny Rep en el minuto cuatro de la primera parte.

Ahí tenía 21 años. Nuestro protagonista también marcó tantos decisivos en finales de la Intercontinental y de la Supercopa de Europa, con lo que su leyenda fue creciendo. Cruyff abandonó el Ajax aquel verano para marcharse al Barcelona, y Johan Neeskens hizo lo mismo un año después. Por su parte, Johnny Rep, también se marchó a la Liga española en 1975, pero él se fue al Valencia. En su primera temporada en el club de la ciudad del Turia se convirtió en el máximo goleador del equipo, con 14 tantos, y los más veteranos todavía recuerdan algún que otro reencuentro entre Rep, Cruyff y Neeskens, el primero de blanco, los otros dos de blaugrana, en partidos en los que a Johnny se le veía más veloz todavía, con mayor chispa, como queriendo demostrar que no era verdad aquello que decían de que él vivía a la sombra de las grandes estrellas holandesas.

En su segundo año como valencianista, con Heriberto Herrera en el banquillo, compartió frente de ataque con Mario Alberto Kempes, en lo que es recordada como la mejor delantera de la historia del club. Por aquel entonces, Rep aún no sabía que, con Kempes se iban a reencontrar en Buenos Aires, en el verano de 1978.

La de 1978 ante Argentina fue la segunda final mundialista de Rep. No ganó, por las dudas que haya algún colgado leyendo (?). Cuatro años antes había perdido la primera en Alemania, ante también el local. Nuestro protagonista no marcó en ninguna de las dos finales, pero consiguió anotar siete goles sumando ambos Mundiales -cuatro en 1974 y tres en 1978- lo que le convirtió en el futbolista holandés que más goles ha marcado en la Copa del Mundo, un récord todavía vigente.

Tras sus dos temporadas en la Liga española, Rep se marchó al campeonato francés, a jugar con el Bastia. En aquella época, el principal equipo de Córcega era mucho más potente de lo que es hoy en día, y en la primera temporada en la isla el equipo corso consiguió la increíble hazaña de llegar a la final de la Copa de la UEFA. La gran aventura del Bastia tuvo su título final en abril de 1978. Con todo, Rep todavía defendió la camiseta azul del equipo isleño durante una temporada más, hasta que un buen día el legendario, a la par que polémico, presidente del Saint-Etienne, Roger Rocher, le convenció para que se vistiera de verde. Era el verano de 1979, y Rocher consiguió atraer al mismo tiempo hasta el estadio de Geoffroy Guichard al dúo Rep-Platini, con lo cual la hinchada local enloqueció.

Rep abandonó Francia en 1983, volvió a su país y fichó por el modesto PEC Zwolle, con el que solo jugó un año, pero todavía le quedaba fútbol, por lo que se incorporó al Feyenoord. Tras dos años en el club de Rotterdam se marchó al FC Haarlem y tras una temporada allí se retiró a los 36 años.

Puesto 10: Tostao

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Pensar que todo en la vida tiene lógica puede ser algo muy discutible. Por ejemplo, el hecho de que la carrera de Tostão acabase antes de lo previsto no por una lesión de rodilla ni de tobillo, sino por un problema ocular, quizás sea algo absolutamente fortuito. Aun así, desde el punto de vista simbólico, parece cobrar sentido.

Al fin y al cabo, la genialidad de Eduardo Gonçalves de Andrade como futbolista procedía de los ojos, y del cerebro inmediatamente conectado con ellos. A este goleador de pequeña estatura podían faltarle muchas cosas, pero eso sí le sobraba: visión de juego.

“Yo destacaba por los pases, la gambeta en corto, la llegada al área para marcar y, principalmente, mi capacidad de anticipar las jugadas”, explica en Tostão: recuerdos, opiniones y reflexiones sobre el fútbol, libro publicado por DBA en 1997. “Tenía varios defectos que fueron disminuyendo a lo largo del tiempo, gracias a muchos entrenamientos diarios: casi disparaba solo con la pierna izquierda, cabeceaba mal, con los ojos cerrados, tenía poca velocidad en los espacios medios y largos, remataba flojo desde fuera del área. Mi técnica, mis condiciones atléticas y mi velocidad no conseguían seguir a mi raciocinio. Pensaba rápido, pero muchas veces no hacía lo que quería. Pero sí practicaba mucho la autocrítica, siempre pensaba que podía jugar mejor”.

Tostão no necesita decir que tenía una gran capacidad de autocrítica. La descripción anterior llega a ignorar que estamos hablando de un futbolista que fue titular en una de las líneas ofensivas con mayor talento de la historia, la de la selección brasileña campeona de la Copa en 1970, y que cambió para siempre la faz de un club, el Cruzeiro. Dirigido por su fútbol brillante, se convirtió en uno de los grandes de Brasil durante los 60, época en la que el país sudamericano estaba repleto de pesos pesados, empezando por el Santos de Pelé.

Y es que Tostão no se limitaba a jugar muy bien al fútbol: pensaba mucho en el fútbol. O simplemente pensaba mucho. Una estrella, en general, sabe qué hacer, sencillamente. “¿Y cómo lo sabe? Sabiéndolo. Lo sabe, pero no sabe que sabe. Existe un saber que precede a la comprensión humana”, explica el propio delantero. La diferencia es que, además de haber nacido con ese saber instintivo, este futbolista oriundo de Minas Gerais tenía también la inteligencia necesaria para analizarlo en frases como ésa, y para poner ese análisis en práctica durante su carrera. “Jean-Claude Killy, famoso esquiador francés, se entrenaba mentalmente con un cronómetro, y decía que conseguía casi el mismo tiempo que en el salto real”, cuenta. “Yo practicaba mentalmente las jugadas, repitiendo al detalle en mi imaginación las situaciones de juego”.

Y es aquí donde, una vez explicada la capacidad de observación como factor diferencial en el juego de Tostão, empieza el simbolismo. Comenzó, específicamente, una tarde lluviosa de septiembre de 1969, en el estadio de Pacaembu, en São Paulo. El Cruzeiro se medía con el Corinthians, y en un lance aparentemente inofensivo del ataque visitante Tostão resbaló y cayó junto a la pelota, que llegó a los pies del local Ditão. Éste hizo lo que se espera de un central: lo apartó lo más lejos posible. Pero en la trayectoria del esférico, mojado y pesado, estaba la cabeza del jugador del Cruzeiro. Y más concretamente, su ojo izquierdo. Tostão sufrió un desprendimiento de retina que, por aquel entonces, ponía en riesgo no sólo su presencia en el Mundial del año siguiente, sino también la continuidad de su carrera, y peor aún, de su vista.

“Intenté estar tranquilo, al principio sufrí mucho con la incertidumbre, pero fui convenciéndome de que todo saldría bien”, explicaría. “Empecé a hacer planes: operación a principios de octubre, seis meses de recuperación, regreso a los entrenamientos en abril y en junio estaría en el Mundial: y así fue todo”. Aun así, entre esas fases, en marzo de 1970 la selección brasileña cambió al técnico que había garantizado la titularidad indiscutible de Tostão, João Saldanha, por Zagallo. En principio, para el nuevo seleccionador Tostão era el delantero centro suplente, es decir, de Pelé.

Mientras se restablecía de la operación y se ponía en condiciones de participar en el torneo que se iba a celebrar en México (algo incierto hasta la víspera del certamen), Tostão hacía lo de siempre: observaba y pensaba. No era un número 9 como el que el entrenador pretendía tener en su ataque, pero sabía que podía ser otra cosa, incluso algo más que eso, y actuar al lado de Pelé, Jairzinho y Rivellino. “No fui el delantero centro que Zagallo quería al principio, el goleador que estaba ahí arriba, ni el organizador de juego del Cruzeiro”, dice, refiriéndose a su brillante papel en la cita mundialista. “Fui un delantero centro organizador, sirviendo de punto de referencia y apoyo para las grandes figuras que venían desde atrás. La selección necesitaba, y yo era consciente de ello, un jugador técnico, inteligente, de pase correcto, y no un futbolista encargado sólo de hacer goles”.

Ser titular y pieza fundamental en la conquista de una Copa Mundial tan brillante como la edición de 1970 parecería el desenlace perfecto para el drama de Tostão. Y puede que fuese perfecto, aunque no supuso un desenlace. Después de otras dos temporadas jugando en el Cruzeiro y otra en el Vasco da Gama, en 1972, uno de los exámenes periódicos a los que se sometía reveló que el problema en el ojo había reaparecido. Requirió otra operación y más tiempo de descanso, pero esta vez, a los 26 años, el diagnóstico fue determinante: “No apto para jugar al fútbol debido a condiciones visuales no idóneas para la profesión, y riesgo de perder totalmente la visión del ojo izquierdo”.

La carrera de Tostão pareció durar el mínimo necesario para que no hubiese dudas ante el mundo de que, gracias a su raciocinio y su visión de juego, era una gran estrella. Entonces, fue como si esa misma visión futbolística pasase a tener derecho a ser utilizada en otras de las muchas áreas de interés de una persona tan inteligente.

“A los 18 años, opté por el fútbol antes de entrar en la facultad, porque entendía que valía la pena, ya que podría distinguirme como jugador. Dejé aparcado temporalmente el sueño juvenil de tener una profesión liberal, adquirir una cultura y salvar al mundo”, relata. “Veía en la carrera de futbolista no una profesión, sino una actividad de ocio responsable, lucrativa, temporal, que no podía desperdiciar”.

En 1975, el exfutbolista Eduardo se matriculó en la carrera de Medicina, de la que saldría como médico y, posteriormente, profesor universitario. Durante aquel tiempo, dejó el fútbol totalmente a un lado, evitando cualquier contacto con los medios de comunicación. No por disgusto ni por enfado, sino porque se había volcado por completo en la medicina, y era la vida que quería llevar entonces.

Así fue hasta 1994, cuando aceptó una invitación para viajar a la Copa Mundial de la FIFA de Estados Unidos como columnista y comentarista. Era el paso para empezar otra nueva vida. Y pudo verse que no había nada más sensato: Tostão se convirtió en uno de los mejores analistas de fútbol de Brasil, un especialista en hacer, fuera de la cancha, aquello en lo que tanto había brillado dentro de ella: leer el juego como nadie.

Puesto 9: Oleg Blokhin

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Oleg Blokhin nació el 3 de noviembre de 1952 en Kiev, por entonces parte de la URSS, actual capital de Ucrania. Tenía el deporte en la sangre. Su padre había sido estrella de atletismo y él llevaba el mismo camino. Dotado de una gran velocidad su carrera profesional habría sido la de sprinter de no haber sido por que se le cruzó una pelota de fútbol. Como futbolista Blokhin llegó más lejos de lo que nunca habría llegado como corredor. En la antigua Unión Soviética se le considera el mejor jugador soviético desde el mítico Yashin.

Blokhin comenzó su carrera futbolística en el equipo ucraniano del Dynamo de Kiev y al igual que el resto de los jugadores soviéticos permaneció en el mismo equipo la mayor parte de su carrera. Jugando por el Dynamo, el Zar se convirtió en el jugador que jugó más partidos (432) y anotó más goles (211) en la historia de la Liga Soviética, de la cual se coronó campeón en ocho oportunidades. Con el mismo equipo obtuvo las Recopas europeas de 1975 y 1986, viviendo sus mejores años y siendo el equipo más potente de la ex-URSS y de Europa. En 1975 ganaría el Balón de Oro como mejor jugador europeo del año, dejando en el segundo y tercer lugar del podio nada más y nada menos que a a Franz Beckenbauer y Johann Cryuff.

Ya con la selección nacional, Blokhin tiene también el récord de internacionalidades (112) y de goles (42) con la camiseta de la URSS, con la que disputó los Mundiales de 1982 y 1986.

Dotado de una gran velocidad y de un disparo potentísimo, Blokhin desbordaba por velocidad en cuanto tenía espacio. Jugador de banda, caía sobre el área para pasar o marcar. Normalmente hacía lo último, siendo máximo goleador de la Liga Soviética en cinco ocasiones, cuatro de ellas consecutivas.

Tenemos la suerte de que un amigo de la casa, como Héctor Bracamonte, nos facilitó un par de anécdotas geniales de la época en la cual el crack ucraniano fue su DT en la Premier Rusa.

Una vez me dijo que había tantos goles que ni recordaba, y yo le dije que contara los que hizo con televisión a color “Ah, esos con las manos alcanza amigo”

Otra en un aeropuerto con el Pitu (Por Pablo ‘Pitu Barrientos’) veníamos delante de él y no nos pidieron pasaporte y cuando él va va a pasar se lo piden y entonces mira pata atrás y dice: “Alguien le puede decir a este muchacho quien soy yo?

Sin dudas, el mejor jugador (de campo) de la historia del fútbol soviético, que se merece un lugar en estas listas.

Puesto 8: Thierry Henry

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Todavía fresco el cadáver (?) por su reciente retiro, Thierry Henry forma parte del triunvirato de grandes jugadores franceses con Platini y Zidane. Nació el 17 de agosto de 1977 en un suburbio llamado Les Ulis. A pesar de nunca haber sido un 9 de área, Tití es el máximo anotador de la Selección de Francia de todos los tiempos y máximo goleador en la historia del Arsenal inglés.

Siendo infantil, el Mónaco se hizo con sus servicios, llegando a debutar en primera división muy chiquito, en 1993. En 1997 pasó a la Juventus de Turín, donde sólo permaneció un año y no tuvo mayor regularidad en un plantel repleto de estrellas. Su salida parecía inminente, aún teniendo en cuenta el promisorio Mundial de Francia que había tenido y en 1999 fichó por el Arsenal de Inglaterra donde hizo leyenda.

Con el correr de los años se convirtió en el buque insignia de este equipo junto a Patrick Vieira y Dennis Bergkamp, y a partir de la temporada 2001-2002 ya era considerado uno de los mejores jugadores de la liga inglesa, destacando temporada tras temporada en las primeros puestos de goleadores de dicha liga. En 2005, Henry se convirtió en el máximo anotador de la historia de este equipo, al superar la marca de 185 goles establecida por Ian Wright.

Liderado por Tití, el Arsenal logró convertirse en el primer equipo de la liga inglesa en lograr un campeonato invicto (2004), y Thierry Henry fue el máximo goleador del torneo. En la temporada 2005-2006 lideró al Arsenal hasta la final de la Copa de Europa, que perdió 2-1 ante el Barcelona en París, pese a adelantarse en el marcador con un gol de Sol Campbell poco antes del descanso.

El 19 de mayo de 2006 el club inglés anunció un nuevo contrato de cuatro años con el delantero, pero el 23 de junio de 2007 fue comprado por el Barcelona por 24 millones de euros para formar un legendario trío de ataque con Lionel Messi y Samuel Eto’o. Su debut en la Liga no podría haber sido mejor, con un triplete contra Levante. Igualmente, siempre tuvo un rol secundario, siendo más asistidor, que goleador.

En el 2009 se le dio la tan esquiva Champions League, ante el Manchester United, habitual rival en la Premier. Fue clave para su consecución, ya que metió dos goles importantísimos en la vuelta de los octavos de final. Supo bajar un cambio en el momento adecuado, y cambió Barcelona por Nueva York para convertirse en el jugador franquicia de los New York Red Bulls, hasta el momento de su retiro.

En la selección de Francia debutó en 1997, en un partido entre las selecciones de Francia y Sudáfrica. En 1998, jugó la Copa del Mundo, de la que se acabó proclamando campeón. Henry, a pesar de contar tan solo con 21 años y de ser por entonces un jugador relativamente desconocido a nivel mundial, acabó el torneo como máximo goleador de su equipo, al haber anotado 3 goles.

Henry volvería a destacar con su selección poco después, al ganar la Eurocopa 2000, en la que el delantero francés volvió a ser el máximo goleador de su equipo con otros tres tantos, peros siendo muy importante a la hora del juego. La final contra Italia, es uno de los partidos más brillantes que haya jugado un jugador en los últimos 15 años, probablemente.

No tuvo una actuación tan destacada en 2006, pero fue parte del equipo que llegó a la final del Mundial de Alemania. El 17 de octubre de 2007, en un partido de clasificación para la Eurocopa 2008 frente a Lituania, en el que anotó los dos goles de la victoria de Francia, se convirtió en el jugador francés con más goles en la historia de la selección francesa. En el 2009, antes del final del partido de vuelta del repechaje contra Irlanda para clasificar a Sudafrica 2010, bajó una pelota claramente con la mano, que terminó en uno de los goles más polémicos de los últimos tiempos. En esa Copa del Mundo, se convirtió en el primer francés en jugar cuatro citas mundialistas.

Este animal del fútbol y del gol terminó su carrera con 487 goles oficiales entre club y selección, con 22 títulos como profesional. Pero así y todo, su legado más importante es como lo hacía, con la fineza y calidad para desenvolverse en la cancha.

Puesto 7: Ladislao Kubala

kubala
Un extranjero que iba tambaleándose se subió a un tren con destino a Barcelona. “¿Vamos a Madrid, verdad?”, masculló al pasajero que lo acompañaba mientras se apoyaba en su hombro. Tras quedarse tranquilo, se desplomó en un asiento que estaba libre y se puso a dormir la mona. De haber sabido sus compañeros de viaje que ese pibe de 23 años creía que se dirigía a la capital para jugar en el Real Madrid, se habrían cagado de risa. En cambio, si los seguidores culés presentes hubiesen sabido que, en realidad, iba a firmar un contrato con el Barcelona, tal vez habrían llorado.

Sin embargo, las únicas lágrimas que derramaron los hinchas del Barça por Ladislao Kubala durante la década siguiente fueron de alegría; provocadas por su fascinante repertorio de genialidades, incisivos pases al hueco y disparos demoledores con su pierna derecha, tanto de tiro libre como en movimiento. El delantero de origen húngaro lideró uno de los mejores equipos en la historia de la entidad azulgrana, y la Kubalamanía condujo a la creación del Camp Nou.

Aquel viaje en tren, en junio de 1950, fue sólo la última etapa de un singular periplo desde su Budapest natal hasta Barcelona. Una odisea que le llevó a eludir el servicio militar, esconderse bajo una lona en la parte trasera de un camión para salir de Hungría, hacerse pasar por un soldado soviético para entrar en Italia, y protagonizar una película sobre sus vicisitudes para escapar del comunismo y practicar el deporte que adoraba.

Kubala arrancó a los 18 años como delantero interior en el Ferencvaros húngaro, de donde pasó a despuntar como nueve puro en el Slovan de Bratislava. Allí representó a la selección de Checoslovaquia, antes de regresar a Hungría para librarse del ejército. Tampoco se quedaría mucho tiempo en su país natal, aunque sí lo suficiente para deslumbrar con el Vasas y ser 3 veces internacional con Hungría. Cuando la nación magiar se convirtió en un estado comunista, el joven Laszlo se marchó subrepticiamente hasta Busto Arsizio, la sede del Pro Patria, que entonces militaba en la Serie A italiana. Kubala pidió entrenarse con el equipo, y los dirigentes de la escuadra lombarda le dieron visto bueno.

“Cuando llegué al entrenamiento, vi que iban a empezar con ejercicios físicos”, contaba Kubala. “Así que fingí que no estaba listo hasta que se pusieron a hacer carrera continua, y entonces empecé a hacer malabarismos con el balón por mi cuenta. El presidente del club me vio y me dijo, medio en broma: ‘¡Si eres capaz de dar 400 toques sin que se te caiga el balón al suelo, te doy mi reloj!’. Pensaba que era imposible, pero no me lo tuvo que decir dos veces. Derecha, izquierda, derecha, izquierda, con el muslo… luego una serie de toquecitos de cabeza, y vuelta a empezar… 398, 399, 400, sin problema. Después, por si acaso, di de propina una vuelta al campo sin dejar caer la pelota. Se quedó alucinado… Y yo también: ¡era un reloj realmente bonito!”.

Al presidente del Pro Patria no le importó; era consciente de que había renunciado a una joya costosa para hacerse con otra de mucho más valor. Su error fue que se entusiasmó demasiado como para guardarse para sí las genialidades de Kubala. Éste no tardó en viajar hacia el suroeste, a un equipo considerado mayoritariamente como el mejor de Europa en aquel entonces. El Torino, que se encaminaba firmemente hacia su quinto Scudetto consecutivo, invitó a Kubala a jugar con ellos un amistoso en Lisboa, contra el Benfica. Sin embargo, a última hora, el de Budapest optó por posponer la oportunidad de jugar en el grande turinés para atender a su hijo, que estaba enfermo. Esa circunstancia le salvó la vida a Kubala, porque el 4 de mayo de 1949, al volver a casa desde la capital portuguesa, toda la plantilla del Torino falleció trágicamente en la catástrofe aérea de Superga.

La siguiente decisión de Kubala consistió en fundar un equipo para exiliados del este de Europa junto con su suegro, Ferdinand Daucik. El Hungaria, que así se llamaba, emprendió una gira que tuvo entre sus primeras paradas la capital española. El equipo perdió por 4-2 ante el Real Madrid, pero Kubala maravilló a Santiago Bernabéu, que inmediatamente le ofreció un lucrativo contrato. Kubala le dijo al presidente madridista que tenía que jugar otros dos partidos en España, pero que luego ficharía por el equipo merengue con una condición: que nombrase a Daucík como entrenador.

‘¿Quién se ha creído que es este húngaro sin equipo para exigir algo así a uno de los clubes más grandes del mundo?’, fue lo primero que pensó Bernabéu, aunque al final antepuso este otro planteamiento: ‘¿Cómo podría el Real Madrid desaprovechar la oportunidad de fichar a un jugador tan extraordinario?’. Por consiguiente, el mandatario blanco le dijo a Kubala que volviese después de esos dos compromisos, y que ya harían algo en relación al tema de Daucík. Los dos se estrecharon la mano.

En uno de esos encuentros posteriores, sin embargo, Pepe Samitier presenció cómo Kubala sembraba el pánico entre los jugadores rivales. El legendario ex delantero del Barça, que en ese momento ejercía como ojeador para el club azulgrana, fue quien, en junio de 1950, engañó a un Kubala ebrio para que pensase que aquel tren se dirigía a Madrid. El exiliado húngaro ya se había despejado cuando el Barcelona le mostró un contrato igual de lucrativo que el del Real Madrid, pero con un incentivo añadido: que Daucik ocuparía su banquillo.

Kubala rubricó el acuerdo y, aunque una sanción le impidió representar oficialmente al equipo hasta un año después, la espera mereció la pena. El Barcelona había quedado 5º en la temporada 1949/50, y fue 4º, a sólo 6 puntos de la zona de descenso, en la campaña previa al debut de Kubala. Sin embargo, en el 1951/52 ganó las cinco competiciones que disputó (el mítico Barça de las Cinco Copas), y en la temporada siguiente reeditó el doblete liga-Copa.

“Era sencillamente imparable”, recordaba Joan Segarra, compañero de Kubala en el Barça. “Tenía tal repertorio de jugadas que los jugadores contrarios no tenían ni idea de por dónde podía salir. Era capaz de superar a uno, dos y tres defensores con estilo y comodidad, y luego servir una ocasión en bandeja, o bien remachar el balón a gol él mismo”.

El campo de Les Corts, que tenía una capacidad considerable de 60.000 espectadores, se quedó pequeño para saciar la demanda de la Kubalamanía. Por tanto, se empezó a construir el coliseo futbolístico conocido actualmente como Camp Nou, que se llenó hasta la bandera desde su inauguración en 1957 hasta el momento en el que Kubala colgó los botines en 1961. Por entonces, a pesar de la competencia de un Real Madrid considerado por muchos como el más grande de la historia, Laszy había ayudado al Barça a ganar 4 ligas, 5 Copas del Generalísimo (actual Copa del Rey) y 2 Copas de Ferias. Es más, en compañía de Luis Suárez, Evaristo y Sandor Kocsis, convirtió al cuadro blaugrana en el primer equipo que derrotaba al Madrid en la Copa de Europa (los Merengues habían ganado las cinco primeras ediciones), aunque a la postre cayó ante el Benfica en la final de 1961.

Durante su etapa en el Barcelona, Kubala se enfundó la camiseta de España para convertirse en el primer y único jugador de la historia que representaba a tres países distintos. Sin embargo, se perdió por lesión el partido de desempate contra Turquía por un puesto en Suiza 1954 y, después de que la Furia Roja firmase un 2-2 en Roma, un caprichoso sorteo privó a Kubala de la oportunidad de jugar un Mundial.

Por ese motivo, y por el hecho de que (a diferencia de otras leyendas que tampoco pudieron brillar en la Copa Mundial, como Alfredo Di Stéfano y George Best) nunca ganó la Copa de Europa, Kubala sigue sin estar valorado como se merece fuera del este de Europa y de España.

“Estaba ahí arriba, a la altura de Alfredo y de Pelé, como uno de los jugadores más grandiosos en la historia del fútbol”, destacó Ferenc Puskas más tarde. “Y cuando se trataba de hacer malabarismos con el balón, no había quien le ganara. Hasta los aficionados del Real Madrid se quedaban embobados con sus exhibiciones cuando el Barcelona nos visitaba”. Y el propio Di Stéfano añadió al respecto: “Kubala fue uno de los mejores futbolistas que ha habido jamás. Su juego era cristalino, un auténtico placer para la vista”.

Puesto 6: Mario Alberto Kempes

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Con su zurda potente, goles y habilidad, Mario Alberto Kempes se convirtió en una figura emblemática del fútbol argentino. Con su velocidad y coraje, el Matador, llevó al seleccionado albiceleste a su primera consagración en una Copa Mundial, donde se coronó además goleador.

Sólo eclipsado por la imagen de Diego Armando Maradona, Mario Alberto Kempes se erigió en una de las máximas glorias del fútbol argentino. El Matador (apodo puesto por el relator Carlos Muñoz) fue influenciado desde temprano por su padre y los 16 años y con 46 conquistas, se consagró campeón y goleador con el equipo de su provincia en un torneo regional, con Instituto de Córdoba.

Pese a sus éxitos en el ámbito local, Kempes consiguió logros incomparables como jugador de la selección de Argentina, camiseta que lució en 43 encuentros y con la que marcó 20 goles. “Mi país tiene la suerte de fabricar muy buenos y grandes futbolistas. Yo he sido uno de los tantos que ha escrito un poco la historia del fútbol argentino”, declaró al retirarse con la humildad que lo caracteriza. Su debut con la casaca albiceleste en juveniles fue el 19 de abril de 1972 en la victoria ante Portugal por 3 a 1 (convirtió un gol), en el torneo de Cannes. En el equipo mayor, y con 19 años, disputó su primer encuentro en las eliminatorias sudamericanas de 1973. Esa fue la famosa selección fantasma, porque estuvo constituido por jugadores distintos a los habituales, con más tiempo para planificar la adaptación a la altura de La Paz. El entrenador fue Enrique Omar Sívori y la victoria fue para los de Kempes, con gol de Oscar Fornari.

En cuanto a torneos mundiales, el Matador disputó 18 partidos en 3 torneos, todos con distinta suerte: Alemania 1974, Argentina 1978 y España 1982. En la primera, el equipo argentino no tuvo una buena actuación y el cordobés no fue la excepción, ya que no pudo imponer su habilidad y se despidió sin marcar un solo tanto tras ser goleado por la Holanda de Johan Cruyff.

Tres años más tarde, el goleador ya era ídolo en el Valencia de España, que le compró su pase a Rosario Central (donde se erigió como el máximo artillero en la historia de la institución con 100 tantos entre partidos oficiales y amistosos) en una suma récord para el fútbol argentino. ¿Sus logros en el equipo europeo? 2 Copas del Rey, 2 Recopas Europeas, una Supercopa y 2 títulos de “Pichichi”, en las temporadas 76/77 (24 tantos) y 77/78 (28).

Tras aquella eliminación en Alemania, Kempes alcanzó la gloria en su propia tierra. Durante el Mundial 1978, fue uno de los dos jugadores que trabajaban en el extranjero convocados por Menotti.”Tiene potencia, buen toque, despliegue y pegada. Es un jugador desequilibrante que puede jugar como delantero por el centro”, opinó el entrenador local sobre la convocatoria del cordobés antes del inicio del torneo.

En la carrera rumbo al título, Argentina derrotó a Hungría y Francia en la primera fase, mientras que cayó ante Italia en su única derrota. Sin embargo, pese a la clasificación, el Matador no encontraba el gol. “Le sugerí que se afeitara el bigote a modo de cábala, y parece que funcionó. Metió 6 goles, quedó como goleador y fue elegido la figura del torneo”, declararía luego Menotti. Pero él no hace esas cosas(?)

Ya en segunda ronda, Argentina se impuso a Polonia (2 goles de Kempes), igualó con Brasil y goleó a Perú (2) para llegar a la final contra Holanda. En el encuentro decisivo disputado el 25 de junio, el Matador marcó 2 tantos más para la victoria final por 3 a 1. El primero abrió el marcador a los 38 minutos del primer tiempo, mientras que el segundo llegó a los 15 minutos del suplementario tras una apilada típica en él, llena de fuerza y coraje. “La Copa del Mundo fue una gran alegría para un pueblo muy golpeado, una satisfacción enorme. Recuerdo que fui convocado porque otros no pudieron participar como Osvaldo Piazza. Usé la camiseta número 10, y el que quedó afuera fue Diego Maradona, a quien no había visto jugar por aquel entonces pero que a la postre fue el más grande jugador que dio Argentina en la historia. Además, tuve el honor de ser goleador, éxito que sólo consiguió en mi selección Guillermo Stábile”

En lo que a clubes respecta, pasó por Argentina en Instituto de Córdoba (73/74), Rosario Central (74/76) y River (81/82). En España militó en el Valencia (76/81 y 82/84) y el Hércules (84/86). Durante 1986 y 1992 actuó en el fútbol de Austria: First Viena (86/87), Saint Polten (87/90) y Kremser (90/92). Luego, realizó un parate de 3 años, en los que fue reconocido por la Gobernación de la Provincia de Mendoza y elegido para el puesto de ayudante táctico del entrenador uruguayo del Valencia, Héctor Núñez. Kempes se despidió de las canchas a los 41 años en el Pelita Hyatt de Indonesia en 1996, equipo en el que jugó al mismo tiempo que orientó tácticamente y fue campeón.

Uno de los jugadores más subvalorados de la historia del fútbol argentino. E injustamente, porque nunca nuestra selección vio una actuación en una final del Mundo como la de este hombre.

Puesto 5: Uwe Seeler

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Nacido el 5 de noviembre de 1936 en Hamburgo en el seno de una familia de deportistas —su padre Erwin era uno de los futbolistas más populares de la ciudad— Uwe Seeler empezó a jugar a los 10 años en el club de su ciudad. En 1953, es decir, cuando sólo tenía 16, debutó en el primer equipo.

“La decisión del entrenador de ponerme me agarró totalmente por sorpresa. Jugamos de local contra el Goettingen 05, y mi marcador era el doble de grande y pesado que yo. Sin embargo lo hice bien, e incluso le gané el pulso en algunas pelotas por arriba”, recuerda riendo Seeler.

Andando el tiempo, Uns Uwe, “Nuestro Uwe”, como le llaman desde entonces por su enorme popularidad, no sólo se convirtió en un auténtico ídolo local, sino que su fama se extendió mucho más allá de los límites de su urbe natal. Seeler defendió por primera vez los colores nacionales a las órdenes del legendario Sepp Herberger en 1954, apenas unos meses después de que la selección alemana obrara “el Milagro de Berna” en la final de la Copa Mundial de Suiza, hasta entonces la apoteosis del fútbol germano. Aquél fue el principio de una larga y gloriosa trayectoria con la Mannschaft.

El romperredes de 1,68 metros de estatura lució 72 veces la camiseta del águila en el pecho, con la que marcó 43 goles, llegando a ser considerado uno de los mejores delanteros de todos los tiempos. Aunque no pudo conquistar ningún título con la selección, sus éxitos como internacional hablan por sí mismos, pues fue subcampeón del mundo en 1966, quedó tercero en 1970, y cuarto en 1958.

Dos años después de su retiro, el combinado teutón levantó el trofeo europeo, y en 1974 se coronó campeón del mundo en su propio territorio. Pese a su desencuentro con los títulos, Seeler fue nombrado capitán honorario de la selección alemana. Su carrera profesional, se desenvolvió por completo en el Hamburger SV. Hasta nueve veces ganó el campeonato del norte de Alemania con el club de sus amores, y en 1960 incluso se proclamó campeón nacional.

Ese mismo año el porfiado delantero fue elegido además Futbolista del Año en su país. Seeler, que al igual que Pelé, Diego Maradona, Ronaldo u Oliver Kahn tomó parte en cuatro Copas Mundiales, levantó en 1963 la Copa de Alemania, y en la temporada siguiente fue el primer máximo goleador de la recién inaugurada Bundesliga.

“A lo largo de mi carrera, he hecho muchos goles bonitos y también importantes: de chilena, en plancha y hasta con la nuca. Pero yo no soy de los que se mueren por la belleza. Para mí lo más bonito es que el balón cruce la línea de meta. Un gol personalmente muy importante fue el que marqué en 1965 en Suecia. Estábamos obligados a ganar para acceder al Mundial de Inglaterra. Yo aún estaba convaleciente tras someterme a una operación seria en el talón de Aquiles y aún no sabía a ciencia cierta si iba a aguantar.”

Puesto 4: Matthias Sindelar

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El árbitro belga John Langenus describió de la siguiente manera un gol del delantero centro austriaco Matthias Sindelar en un partido contra Inglaterra disputado en el año 1932, que acabó con derrota por 4-3 de la república alpina: “Zischek marcó dos goles, pero el tanto de Sindelar fue una obra de arte, que nadie más ha logrado hacer contra semejante adversario como eran los ingleses. Nadie antes de él y nadie después de él. Sindelar arrancó desde la mitad del campo, eludió con su inimitable elegancia a todos los que se le pusieron por delante, y culminó su eslalon escorándose a un lado y disparando a la red”.

Tendrían que pasar 54 años antes de que un tal Diego Maradona anotara un gol parecido contra los piratas en la Copa Mundial de México. En cualquier caso, la descripción de Langenus permite sospechar el asombro que debió de causar la hazaña del delantero en diciembre de aquel año entre el público londinense. Sin duda, aquel fue el gol más lucido del delantero, que había visto la luz día 29 años antes en Kozlau (Imperio Astrohúngaro en esa época, República Checa en la actualidad).

La familia de Sindelar se mudó de su pequeño pueblo a Viena al poco tiempo de que nazca. En la capital, el joven Matthias creció en condiciones más bien humildes, así que para jugar, recurrían a la bien conocida pelota de trapo. Sobre las calles de Viena, pronto se hizo evidente que Sindelar tenía un talento especial para pasar rivales. A la par que se formaba como obrero metalúrgico, buscaba un club en el que jugar, pero tardó dos años en encontrar lo que quería.

A los 16 años fue descubierto por un maestro que se dedicaba a buscar jóvenes de talento para diversos clubes y servía de mediador. De esta manera, Sindelar se incorporó a la disciplina del ASV Hertha, donde recabó sus primeras experiencias en una formación organizada. Dadas sus excelentes actuaciones en el equipo juvenil de los blanquiazules, el Hombre de Papel, como empezaron a llamarlo sus colegas por la ligereza con la que avanzaba con la pelota en los pies, debutó con el primer equipo a los 18 años.

El delantero marcó sus primeros goles en su primera campaña en el campeonato austriaco, pero no se erigió en pieza clave de su equipo sino hasta la temporada siguiente. Por desgracia, Sindelar tuvo que soportar un primer contratiempo en 1923, cuando una lesión en la rodilla lo apartó de las canchas y le hizo temer lo peor. Afortunadamente, la intervención quirúrgica a cargo del famoso doctor Hans Spitzy salió bien y el crack pudo continuar jugando.

El Hertha descendió y Sindelar decidió quedarse en Viena y se convirtió rápido en el ídolo local. En 1925 no solo ganó su primer título, la Copa de Austria, sino que además quedó subcampeón de liga; y al año siguiente, Sindelar y compañía obtendrían el doblete. Salió goleador de las cuatro competencias. Ciertamente, el delantero afiló sus armas durante sus primeros años en el Austria de Viena, que es como se empezó a llamar el club a partir de 1926, pero deportivamente el club no progresaba.

Por consiguiente, no fue ninguna sorpresa que en 1926 debutara con la selección nacional. En el triunfo por 2-1 en Checoslovaquia, el delantero de 23 años firmó el gol de la victoria. Y volvió a acertar en el blanco en los siguientes duelos contra Suiza y Suecia.

Sindelar festejó con el once de Austria un insólito triunfo por 5-0 sobre Escocia, que hasta entonces nunca había sido derrotada en el continente. Aquel fue el principio de una racha triunfal sin precedentes de la escuadra austriaca, y el nacimiento de un equipo maravilloso. A continuación se sucedieron resonantes triunfos contra Alemania, Suiza, Francia y Bélgica. El clímax absoluto llegó el 24 de abril de 1932, cuando Austria despachó a su archirrival Hungría con un incontestable tanteador de 8-2. El entonces punta de 29 años inscribió un triplete en aquel encuentro, y fue el magistral asistente de los otros cinco tantos.

En 1933, Sindelar fue el principal artífice del primer éxito de los Violeta en Europa: la conquista de la Copa de Europa Central. En la final contra el Ambrosiana-Inter de Milán, de Giuseppe Meazza, el delantero austriaco, a sus 30 años, anotó los tres goles de los suyos en el marcador agregado definitivo: 3-1 (1-2 en el encuentro de ida).

La selección de Austria, que abordó la Copa de 1934 con el cartel de favorita, tuvo que conformarse con el cuarto puesto en el certamen, al caer en semifinales contra la anfitriona y posterior campeona, Italia.

A raíz de la entrada del ejército alemán en Austria en marzo de 1938, se interrumpió transitoriamente la competición futbolística austriaca. Solo dos meses más tarde se cancelaron todos los contratos del fútbol profesional y se cerraron todos los clubes judíos, entre ellos el Austria. Sindelar compró entonces una cafetería para disponer de una fuente alternativa de ingresos y se negó en redondo a jugar para la selección nacional del Imperio Alemán, dirigida por el técnico Sepp Herberger, que lo convocó en varias ocasiones.

Está la leyenda de que se opuso a Hitler y este lo mandó a matar, que está escrita en varias páginas webs y es muy interesante. Acá estaba también y la perdimos cuando se nos perdió todo. Pero si están al pedo, leánla.

Puesto 3: Lionel Messi

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El argentino es ya, con 27 años, uno de los mejores futbolistas que dio la historia. No se puede discutir que ya se metió en el grupo de los cinco grandes, en el que están los dos que siguen en este ranking, más el Diego y Cryuff. Una carrera a la que solamente le faltan títulos con su selección, pero a la que va en ritmo de ser el mayor goleador de la misma en poquísimo tiempo.

La historia de Lio no es de color de rosas. Niño prodigio desde muy pero muy pequeño, los ojos de todo su Rosario se posaron en él ya en las escuelas de fútbol. A los 11 años se le detectó un problema con las hormonas de crecimiento que retrasaba su desarrollo óseo. El tratamiento costaba 900 dólares por mes. Durante un año y medio el dinero fue aportado mayoritariamente por la obra social y la Fundación Acindar, empresa en la que trabajaba su papá Jorge. Hasta que se cortó. Newells no se quiso hacer cargo del tratamientos, casi va a River, pero en el club de Nuñez no querían pagar el pase.

En eso apareció el Barcelona y se llevó a la familia entera a Catalunya, mediante la Patria Potestad. Cuando comenzó a ser conocido por el plantel profesional, cimentó una muy buena relación con los brasileños Ronaldinho, Thiago Motta y Fabio Rochemback. Fue a comer un asado con Riquelme y Saviola le regaló una camiseta. Su debut fue muy chico, en una Copa Samper contra la Juventus y ya se empezaba a hablar maravillas. Antes que esto pase, Pekerman, rápido de reflejos, organizó un amistoso para hacerlo debutar con la casaca albiceleste, ante la insistencia de los españoles para nacionalizarlo.

Para el público argentino se hizo conocido unos meses después, en el Sudamericano Sub 20 de Colombia 05. En sus primeros dos partidos, ante Venezuela y Bolivia, convirtió dos goles con sello maradoniano. Tocalli lo había puesto en el banco para no cargarlo de presión. Ese fue su primer año de gran impacto mundial. Lo conoció el público argentino, ganó el Mundial Sub 20, fue el goleador, premio al mejor jugador, convirtió su primer gol en el Barcelona (ante Albacete), debutó en la Selección mayor y habló con Maradona por primera vez y lo conoció personalmente.
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Su historia con la selección mayor arrancó torcida. El 17 de agosto de 2005 contra Hungría en Budapest, Argentina ganó 2-1 pero Leo sólo duró 40 segundos: ingresó por Lisandro López y fue expulsado tras un supuesto codazo. Messi es distinto hasta en eso: no existe registro en el fútbol mundial de un debut tan efímero en una Selección.

El resto es historia conocida. Repasar los títulos, premios y récords de Messi es una tarea agobiante, pero intentaremos repasarlos rapidamente: Seis Ligas españolas, dos Copas del Rey, seis Supercopas, tres Ligas de Campeones, dos Mundiales de Clubes, un Mundial sub-20, un Oro Olímpico. Los premios más importantes: Balón y Bota de Oro en el Mundial sub-20, Golden Boy, ocho Olimpia de Plata, ocho veces elegido en el mejor equipo de UEFA, siete veces en el 11 ideal de la FIFA, Cuatro Balones de Oro, tres Botas de Oro, tres Pichichi, tres veces goleador de Champions, Mejor Futbolista de la Historia según Sports Illustrated, Patrimonio Deportivo de la Humanidad(!!!!!), entre varios más.

Entre los records: Máximo goleador de la historia de la Liga Española, Máximo goleador de la historia del Barcelona en todas las competencias, máximo goleador de la historia mundial en un año con (91), más partidos consecutivos anotando al menos un gol en Primera División (21), más goles anotados en una misma temporada de la Liga de Campeones (14), más goles anotados en un mismo año en la selección (12), Máximo goleador en la Clasificación de la Conmebol para la Copa Mundial (10), goles en una Liga de España (50). Tranqui.

Pero la cuestión con Messi trasciende los simples números, largamente. Un jugador que ejerce un dominio del juego, provocando cuádruples marcas personales. Que crea para sí o para los compañeros situaciones de gol casi cada vez que toca la pelota cerca del área. Que produce impotencia en cada persona que lo marca, que no lo pueden alcanzar ni para pegarle. Además de todo esto, hoy en día Messi ejerce el rol de líder en la selección.

Su lugar en la historia todavía está por verse, pero si se retirara hoy, ya le alcanza para estar acá.

Puesto 2: Alfredo Di Stefano

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“Gracias vieja”. Estas dos palabras resumen la vida de Alfredo Di Stefano. Un goleador nato que siempre estuvo al servicio del equipo y que nunca quiso ser una estrella por encima de sus compañeros. Atribuyó sus triunfos por el juego colectivo y se lo agradece todo a su vieja: la pelota.”El fútbol me lo ha dado todo. Siempre lo he entendido como un juego de equipo y siempre he dicho que no quería ser idolatrado, sino jugar, y para eso hay que correr y sudar”.

En las calles del barrio de Barracas, en Buenos Aires, comenzó a dar patadas a pelotas de goma. La pasión por el fútbol le venía de familia. Su padre inculcó a sus hijos el amor por este deporte y por un equipo, River. Tras su paso por clubes de barrio como ‘Unidos y Venceremos’ e Imán realizó las pruebas de acceso al club millonario y los técnicos no dudaron en quedárselo. Un joven Di Stefano comenzó a despuntar en las categorías inferiores del equipo millonario y pronto dio el salto a la primera.

En 1945, debutó en un encuentro oficial contra Huracán, equipo al que iría cedido la siguiente temporada, y a sus 19 años participó en la consecución del título para River. Su gran trabajo con El Globo el año siguiente le permitió regresar a River para consagrarse como máximo goleador y de nuevo campeón nacional en 1947, junto a compañeros de la talla de Néstor Rossi, Ángel Labruna o Amadeo Carrizo. La prensa e hinchda lo bautizarían como La Saeta Rubia, por el color de su pelo y su gran velocidad al ataque.

Ese mismo año debutó con la selección argentina en la Copa de América disputada en Guayaquil. La Albiceleste se llevó el título y Di Stefano logró seis tantos en los seis partidos disputados. En 1948, una huelga de jugadores suspendió el campeonato argentino y, como tantos otros, Alfredo Di Stefano se las tomó. El año siguiente se incorporó a Millonarios de Bogotá y ganó su primer título en Colombia. Millonarios ampliaría su palmarés en 1951 y 1952, años en los que Di Stefano se consagró como máximo goleador. El juego del equipo llamó la atención del fútbol europeo y pronto le salieron pretendientes al argentino, quien en el equipo cafetero logró 267 goles en 294 partidos.

En el Real Madrid quedaron maravillados por el potencial del delantero en los encuentros que ambos equipos disputaron entre 1951 y 1952, sobre todo, en el duelo celebrado con motivo del 50º Aniversario de la fundación del equipo español. La Saeta Rubia enamoró a Chamartín y el fichaje del delantero se convirtió en una obsesión para el conjunto merengue.

Finalmente, y tras una complicada disputa con el Barcelona sobre su contratación, Alfredo Di Stefano debutó con la casaca blanca el 23 de septiembre de 1953 en un amistoso con el Nancy francés. Su oficio y capacidad de liderazgo revolucionaron al Real Madrid. El argentino cambió la historia del conjunto blanco para convertirlo en el mejor club de la época, acumulando éxitos y títulos.
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En su primera temporada, Di Stefano catapultó al Real Madrid hasta su tercer título de Liga, tras 21 años de sequía. En sus once años con la casaca blanca logró 8 Ligas y una Copa de España, y fue máximo goleador en cinco temporadas.

Pero la gran gloria y reconocimiento mundial le llegaron en la recién nacida Copa de Europa de Campeones. El Real Madrid arrasó en las cinco primeras ediciones y aquellos 5 títulos consecutivos entre 1956 y 1960 son todavía un hito inigualado.

“Las jóvenes generaciones no han visto jugar a Puskas, no saben lo que se perdieron. Muchos creen que era sólo disparo. No. Tenía juego, inteligencia. Y eso que ya llegó a España con treinta años. ¡Qué delantera teníamos! Kopa, Rial, Puskas y Gento. No creo que haya existido una delantera más completa en la historia del fútbol”, rememoraba el argentino.

El Balón de Oro, distinción de la revista France Football, reconoció su talento al premiarlo como mejor jugador en 1957 y 1959. Pero Di Stefano siempre defendió que todo se debía al juego de equipo. “El fútbol no está hecho para los mudos. No sirve de nada ser un genio si tus compañeros no te entienden”. Una frase que resume la idea del fútbol de un mago del balón que anotó 418 goles en 510 partidos con el Real Madrid.

Su último encuentro oficial con los merengues fue la final de la Copa de Europa de 1964, que el Real Madrid perdió ante el Inter de Milán. Di Stefano jugó en el Espanyol de Barcelona dos temporadas más, y en 1967 se retiró definitivamente en un partido homenaje entre el Real Madrid y el Celtic de Glasgow en el que fue ovacionado por todo el Santiago Bernabéu.

Su paso por la selección española, tras nacionalizarse, fue espectacular: anotó 23 goles en 31 partidos. Y aunque viajó con La Roja a Chile 1962, no llegó a disputar ningún partido por lesión. Un símbolo de lo que significa el fútbol en su máxima expresión.

Puesto 1: Pelé

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“O Rei”. Goleador increíble, pasador genial, gambeteador nato, Pelé hizo soñar a generaciones enteras de brasileros y de chicos de todo el mundo. Gracias a su legendario número 10, la Seleção simboliza para todos los amantes del fútbol el juego vistoso por excelencia.

El internacional brasileño Waldemar de Brito se fijó en él cuando tenía 11 años y, a los 15, fichó por el Santos. Disputó su primer partido amistoso en septiembre de 1956, contra el Corinthians de Santo André, y marcó un gol. Aún no había cumplido los 16 años. Comenzaba la leyenda.

En 1958, a la edad de 17 años, participó en su primera Copa del Mundo. El mundo descubrió a un adolescente algo pequeño que, a pesar de salir de una lesión, iluminaría el torneo. No jugó hasta el tercer encuentro, frente a la URSS. Se hizo con la titularidad a petición del resto del equipo, que quería una sociedad Garrincha-Vava-Pelé en ataque.

Marcó su primer tanto contra Gales, en cuartos de final, y luego un triplete contra Francia en semifinales. Nadie supo ya cómo detener a este jugador que poseía todas las virtudes: técnica, rapidez, oportunismo, inteligencia… Su clase maravilló. Contra Suecia, en la final, se lució con dos goles fantásticos. En uno se permitió elevar la pelota con un taco por encima del último defensa y engancharla de volea. En el otro, cabeceó un balón que se metió en el arco de un estupefacto portero sueco. Sigge Parling, defensa escandinavo, declaró más tarde: “Después del quinto gol, tenía ganas de aplaudir”.

Al final del partido, Pelé salió en hombros de sus compañeros. El niño que aún no había dejado de ser se deshizo en lágrimas. Gilmar, el portero de la verdeamarelha, fue el encargado de consolarlo. De vuelta a su club, el halo de Pelé deslumbró a todos, para desánimo de todas las defensas del país. Muy pronto se convirtió en un ídolo. 127 goles en 1959, 110 en 1961, dos Copas Libertadores (1962, 1963), dos Copas Intercontinentales (1962, 1963), nueve Campeonatos de São Paulo… Pelé lo ganó todo.

En 1962, la Copa celebrada en Chile pareció ser la suya. Sin embargo, a pesar de encontrarse en plena curva ascendente, debió dejar que sus compañeros revaliden el título sin él, ya que se fue lesionado en el segundo partido ante Checoslovaquia, luego de agravar su lesión muscular en los aductores. En 1966, sufriría el mismo castigo. Recibió una patada en el tercer partido, ante Portugal. Abandonó en camilla el terreno de juego y presenció desde la tribuna cómo su equipo caía eliminado. Pelé estaba a esa altura en el punto de mira de todas las zagas.
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La Perla Negra hizo gala de todo su talento durante la siguiente edición. En México, en 1970, flanqueado por Jairzinho, Tostão, Rivelino y Carlos Alberto, Pelé brilló. En el transcurso de esta Copa Mundial, transmitida en color por las televisiones de todo el mundo, el O Rei deslumbró. Su intento de vaselina desde el círculo central frente a Checoslovaquia, el cabezazo al que responde el inglés Gordon Banks con una parada milagrosa e, incluso, su autopase sin tocar el balón ante el portero uruguayo son gestos inéditos que dejan boquiabierto al mundo del fútbol.

Como un símbolo, Pelé marcó en la final, en Ciudad de México, el gol número cien de Brasil en la Copa Mundial ante Italia. Un remate de cabeza hacia abajo desde una altura increíble. Tarcisio Burgnich, el defensor italiano encargado de marcar a Pelé, dirá al final del encuentro: “Antes del partido, me decía: es de carne y hueso, como yo. Luego comprendí que estaba equivocado”. Una final de antología, al término de la cual Pelé y los suyos volvieron a casa con el trofeo Jules Rimet, ya que era su tercer título. El jugador ya era un mito. El Sunday Times escribe en titulares: “¿Cómo se deletrea Pelé? D-I-O-S”.

Un mito que acumula récords apenas imaginables. En 1969, Pelé marcó su gol número mil en medio de un delirio indescriptible, en el Maracaná. Marcó seis veces cinco goles en un solo partido, 30 veces cuatro goles y 92 veces tres goles. Contra el Botafogo, en 1964, llegó a anotar ocho tantos. En total, 1281 goles en 1363 partidos y 92 participaciones con su selección.

En 1974, Pelé desaparece de la escena futbolística. Volvería un año más tarde, en Estados Unidos. Un contrato con el Cosmos de Nueva York para “hacer el fútbol verdaderamente popular en Estados Unidos”. Traducción: $$$$$$$$$$$$$$$$$$$. En 1977, se retiró definitivamente. J. B. Pinheiro, embajador de Brasil en la ONU, declaraba entonces que “Pelé ha jugado al fútbol durante 22 años, y durante este período ha hecho más por la amistad y la fraternidad que ningún otro embajador”.

En Nigeria, se decretó un alto el fuego con motivo de la visita de Pelé a Lagos en 1969. El presidente de Brasil le otorgó el título de “tesoro nacional” para evitar un eventual traspaso a Europa. En la ciudad de Santos, el 19 de noviembre se celebra el “Día de Pelé”. Es el aniversario de su gol número mil, marcado en el Maracaná.

Seguramente su condición de mulo de la FIFA nos caiga como el orto, ni hablar su eterna batalla con el Dié, pero es un animal impresionante.

Edición anteriores de los TOP TEN históricos:
Arqueros
Laterales derechos
Centrales
Laterales izquierdos
Mediocampistas defensivos
Mediocampistas oefensivos
Enganches
Mediopuntas
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